lunes, 16 de mayo de 2011

TODO ES DISEÑO?



¿TODO ES DISEÑO?
Rómulo Polo, Revista Proyecto Diseño No 46, 2006
«Como se ha dicho en otras notas, el diseño posa de verbo, sustantivo o adjetivo y se refiere, según el giro, al proceso o al resultado, al oficio manual o a la aptitud mental para crear. “Todo es diseño” en el decir generalizante del vulgo, en las erudiciones académicas, las practicidades empresariales o en las improvisaciones de ´creativos´, ´artistas´ y ´artesanos´.
Al fondo del ruido, los diseñadores entendemos la disciplina de modos diversos, entre la liviandad de la vedette creativa y la complejidad del intérprete social, con las obvias variantes de objetividad, enfoque, método y contexto.



Para la vedette creativa sólo vale su talante y el reconocimiento que gane, que nacen de desuetas visiones del arte, que asignan al ´creativo´ el don de diseñar, y ven al consumidor como recipiendario pasivo de su genio superior. Es el paradigma pragmático que venden los medios masivos alrededor de famosos, exclusivos y raros. Iconos del mercado, glorias del más agresivo capitalismo, promotores de lo suntuario, distantes de las necesidades de sus consumidores y sin conexión con los anhelos corrientes de quienes sólo clasifican para las imitaciones o están –¡gruesa realidad!– por fuera del sistema mercantil.
Para el intérprete social el valor está en el método, el rigor con que se aplique y el equipo. Su actitud apunta hacia lo científico, como fundamento de una creatividad más informada, capaz de recoger el sentido de lo que el usuario quiere, traducirlo a formas técnicamente viables, competitivas en lo económico y propositivas en lo cultural. Es un paradigma idealista, difícilmente aplicable a la realidad, porque exige estructuras de trabajo complejas, casi imposibles en un medio donde prima la improvisación.
En otro sentido, los diseñadores también nos dividimos por el modo de ver. Ver el todo y tender a lo integral, ir al fondo del problema y resolver lo complejo; o ver la parte y resolver el detalle, lo fácil –p.e., lo técnico, la apariencia– con soluciones de ´fórmula´ o para la ocasión.
¿Quién tiene la razón? Todos y ninguno, según el caso. El balance es difícil pero no imposible. De algún modo, es personal, depende del criterio, si es fundamentado; o la oportunidad, si la podemos ver. Por todo eso Diseño para todos, más allá de la libertad de tema, debe atraer respuestas y reflexiones muy diversas. Sugiero algunas:

Diseño para el bien común. “Diseño para todos” nos enfrenta a lo no resuelto en nuestra sociedad, oportunidades que no vemos cotidianamente, aunque están ahí, presentes, retadoras, gravosas en la vida real de regiones, pueblos y gentes que viven la paradoja de un mundo cambiante alrededor de una realidad quieta, injusta, regresiva en muchos aspectos. Y reta a buscar, con mirada de diseñador, nuevas soluciones a problemas viejos y necesidades latentes. Aquí caben las propuestas para el ´mundo real´, desde afuera, al modo de V. Papanek, o la belleza de lo sencillo que sugirió E. F. Schumacher, o las metodologías participativas y el diseño colaborativo ahora en auge. La barrera la constituyen los modos ´convencionales´ de comprender el desarrollo por parte o de los responsables de decidir sobre lo público y de los potenciales usuarios. Los modelos impuestos por la publicidad y por la educación pesan demasiado en ello, aunque conduzcan a repetir crasos errores.

Diseño como actitud social. También nos enfrenta a un dilema sin dilucidar: el diseño como especialidad de grupo, más o menos genial, o como actitud social. Lo primero es profesionalizante, con sus más y sus menos, como una concesión a élites capaces de entenderlo todo y responder por ello. Es el camino que seguimos, sin decirlo. Lo segundo, que no es lo opuesto, habla de sociedades conscientes de sus necesidades y su entorno, capaces de orientar la demanda y la producción. Y eso está lejano, porque el diseño aquí no hace parte de la educación de todos, ni siquiera de la formación ´integral´ de otras profesiones, ni de la política, ni de la economía del país.
Todos diseñan. En otro sentido, la proactividad informal anima a que cualquiera se sienta capaz de diseñar, una utopía coja donde todos abordan problemas para los cuales no se han preparado, sin estudio ni reglas. Desde luego, ser diseñador no es innato: es cultural, requiere formación; y su actuar, expresión del pensar complejo, necesita habilitarse tanto en lo creativo como en todo lo asociado a su causa –usuarios, necesidad, mercado–, a los medios resolutivos –función, tecnología, economía, cultura–, al dominio de la forma como síntesis de aquello y, en especial, a la capacidad de gestión proyectual. Diseñar parece fácil, pero no lo es si se asume responsablemente. O si lo es, si se aprende con sentido crítico.

Todo es diseño. Otra cara de la moneda es la pretensión de que “todo es diseño”, que toma a la ligera aspectos comunes con otras disciplinas u oficios, y confunde lo creativo, categoría general, incluyente de toda humana expresión, con uno de sus modos, apenas aplicable a parte de lo tangible –lo que es tema de procesos sistémicos de pensamiento proyectual y producción material–.

No todo es diseño: También hay arte, artesanía, ingeniería, planeación, gerencia y mil otras maneras diferentes de pensar, crear, expresar y producir».



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